Nuevas generaciones y su rumbo
El confesionario de Rasputín / Por: Francisco Rubén Chávez Osorio
La familia; ese grupo primigenio que no es creación de cultura alguna, sino una fase natural del desarrollo del ser humano, y que hoy por hoy parece estar en vías de extensión por una serie de factores, donde por supuesto entra el aspecto psicológico, que ha generado una juventud en su mayoría frágil ante la vida.
Y es justo aquí donde es preciso preguntarnos ¿Qué nos pasó como sociedad para llegar a esta realidad?
Una sociedad en donde la familia es hoy también botín de guerra para nuevas tendencias y grupos como las llamadas “nuevas masculinidades” y los lgbttiq, etc., en donde muy independientemente de su muy particular manera de ver la vida, si bien es cierto que exigen respeto y tolerancia a sus ideologías, no parecen estar en disposición de hacer lo mismo con los demás, en donde la intención es resignificar o “desconstruir” el modelo de familia tradicional, aun cuando la propia biología y naturaleza humana nos muestre lo contrario. Lo cual es ciertamente un razonamiento sesgado, pero se lo presenta como verdadero y único. Esto a su vez conecta con una depreciación de la figura de la familia tradicional donde le rol del padre ha sido eclipsado y casi desaparecido bajo la consigna de que el hombre es violento y acosador por naturaleza.
Ahora bien, la educación tradicional si bien es cierto tenía fallas e incluso excesos, pero a pesar de ello formaba hábitos y actitudes sanas. Ahora las generaciones sufren por todo; como porque el internet esté lento, ya nada les sorprende y todo les aburre. Sin duda la inmediatez de la tecnología los ha formado mal, y esto impacta en las generaciones de los menores quienes son expuestos a los medios electrónicos que les reditúa una satisfacción inmediata, donde resulta imposible esperar, y aquí viene otra característica de nuestras nuevas generaciones, en donde se tiene una intolerancia a la frustración; mientras que aplazar a la satisfacción es un rasgo de una personalidad equilibrada y sana, lo cual cada vez es menos visto. Las generaciones anteriores sabíamos esperar, ahora todo debe ser rápido y desechable, al estilo de “úsese y tírese”.
Hoy en temas medulares como la educación, la dirección política del rubro se ha renunciado a formar, de tal suerte que resulta mejor el verbo “entretener”, he ahí el gran éxito de las plataformas y sus series, por ejemplo, en donde resulta mejor que nos cuenten algo (ficción), a crear algo con nuestra imaginación, como el caso del arte. Ahora quien influye y forma es la internet, de tal manera que los contenidos resuelven la vida.
¿Dónde quedamos los padres de familia de esta generación de jóvenes llamados de mazapán o de cristal?
No cabe duda que cada generación pierde algo de lo recibido, pero en estos tiempos al parecer les hemos dejado tan poco o ellos han perdido demasiado…
Y es que ciertamente a los padres de ahora la falla más garrafal sin duda ha sido el ceder al estado la educación de los hijos por facilidad, sin embargo, hoy vivimos los estragos ante una “formación sesgada” donde los villanos resultan héroes y una serie de sin razones, pero que ante la actitud un tanto apática por parte de muchos padres de familia hoy están ahí los resultados, en donde el rumbo de las nuevas generaciones no resulta ciertamente ser lo más prometedor como sociedad.
¿Estamos perdidos?…
¿Qué se puede hacer?
Es el momento de que los padres de familia retomen su papel, principalmente los más jóvenes, cuidar a sus hijos, conocerlos, estar con ellos, menos televisión y más platica. Ir hacia más tiempo de encuentros padre e hijo y menos tableta, etc., solo basta acudir a cualquier casa o en un restaurante y ver como cada miembro de la familia se sienta a la mesa aislado en su propio dispositivo. Necesitamos desconectarnos y volver a reencontrarnos para revalorar a la familia y fortalecer sus lazos.
¿Se acuerdan de esa estrofa del himno nacional mexicano: “un soldado en cada hijo te dio”?
Nuestra nación se ha formado a través de los siglos como un mosaico de variadas características folklóricas y culturales en donde siempre ha prevalecido el espíritu de gente valerosa y solidaria; es necesario y un deber de padres formar hijos con la capacidad de asumir sus propios retos “sin miedo al éxito “que les permitan desarrollar sus capacidades en el mundo que les estamos dejando y donde puedan a su vez compartir sus propios talentos aprovechando al máximo los elementos que le acompañan a las nuevas generaciones como son las herramientas tecnológicas.
Así que, a echarle los kilos, los espero en el confesionario.